martes, 22 de octubre de 2013

Tartagal is on fire*

En 1990 Carlos Menem -fiel a su estilo caudillo celebrity- dijo: “No sé si voy a sacar al país del problema económico. Pero seguro que voy a hacer un país más divertido” y cumplió.
Esa es la cita que abre la segunda parte de Los Pibes Suicidas (Fabio Martinez, editorial Nudista) cuando ya sabemos que sus protagonistas (Martin, el Culón, el Porteño, y la Gringa) podrían haber sido menemistas en sentido estricto: los asfixió la realidad y la impotencia para modificarla, y se volcaron a las fiestas descontroladas y a la cocaína. Las fiestas como intento desesperado de llenar el vacío existencial, las fiestas como última representación de lo que alguna vez fueron, de los años realmente felices; la cocaína como forma de sobrellevar el caos y aturdir el cerebro para hacerlo sangrar las heridas del pasado. Porque ahora están desencantados. Y Tartagal va a arder.

Tartagal (el lugar principal donde se desarrolla la historia) está a punto de arder. Lo advierte el Porteño en insistentes premoniciones desoídas por los demás, no por imposibles, sino por incomprensibles por capricho y ceguera: ninguno quiere que su ciudad, como el todo el país, estalle en llamas. Pero el final está latente desde el principio. Desde el título.

Martín es el protagonista principal y es el único que además de apodo, tiene nombre. Además de nombre tiene pasado, tiene presente (las fiestas, las resacas insoportables, la adicción a la autodestrucción por falta de valentía para saltar de una vez y para siempre desde un puente, ese puente: el puente desde el cual un amigo se mató, el puente donde Martín se sienta a sentir el dolor de todo su cuerpo -que oculta el que siente por dentro y al que no puede matar- y a tirar cigarrillos encendidos para ver cómo bailan con el viento) pero, digámoslo de una vez, no tiene futuro. Tartagal va a arder.



Con el cierre de YPF mucha gente en Tartagal se quedó sin trabajo, muchos pueblos fueron condenados al olvido (una planta rodadora a mi derecha), los trenes dejaron de pasar, el padre de Martín también sufrió la misma injusticia y ahora le reclama a su hijo que haga algo con su vida (alguna vez tuvo una revista hasta que la plata se agotó y todo el mundo se lo recuerda: ¿para cuándo la próxima revista? Para cuando alguien ponga un peso), que no pueden creer que él sea el chico inteligente de buenas notas en el colegio, que por qué mierda no es como su hermano (que aparece por ahí para recordarle a Martín y a todo nosotros como destruyó su vida y no le importa –en realidad sí le importa, pero no puede escapar de ella-). Y Menem lo hizo: “estamos mal, pero vamos bien” (1990).


Los Pibes Suicidas podría ser una crónica de época, pero más se ajusta al concepto de novela generacional, si uno vivió en Tartagal y sufrió el cierre de YPF, si uno sospecha que Martín es el mejor de todos ellos y que por eso se merecía un lugar mejor, si uno puede escuchar Hermética y ver como uno de sus amigos acuchilla a un perro en la primer escena, antes que la historia se desarrolle, como las escenas de un capítulo anterior que anuncian que lo que sigue no será más esperanzador, que no habrá final feliz ni sonrisas, porque al final, todos los sabemos, Tartagal va a arder.

*Escrito para Cualquiera Radio

El mecanismo Centeno*

La imagen que a todo el mundo le evoca Los Centeno (Pablo Natale, editorial Nudista): un rompecabezas, pero no cualquiera, sino un rompecabezas que está obsesionado con armarse a sí mismo aún siendo consciente de que le faltan piezas fundamentales o, peor aún, de que le sobran.

La historia que arrancó siendo de cuatro (Jimena, Archie, Graciela, Marcelo) y que se multiplicó hasta el cansancio con el único objetivo de abordarlos a todos, Los Centeno (prepárense porque la lista es larga): Cristian, Recabarren, Usandizaga (que termina siendo Mita del Valle, una travesti encantadora que además es jugador de fútbol) Alejandrito, Rocío, Ernesto Chico, Ernestina Grande, los Adictos Anónimos al Afecto, y dos estudiantes de cine y uno de letras, narra en fragmentos escogidos al azar momentos de su vida que nunca se completan porque no lo necesitan, son tan poderosos, ellos, que pueden vivir en el caos enigmático de la incompletitud.

Así Los Centeno es un apellido, es un libro (El Guardián entre el Centeno), un programa de radio y un dibujo imposible (llamado Filas de Centeno), un pedazo de pan, una planta, un posible nombre para un grupo de personas que se declara adictos (anónimos) al afecto (seres maravillosos y obsesivos), una calle que en una esquina lleva escrita la palabra nostalgia, una palabra en el diccionario que salva una partida de scrabble.


¿Por qué el rompecabezas es consciente de sí mismo? Porque de a momentos tiene la valentía y la arrogancia de contarse a sí mismo colándose en la historia en detalles que parecen insignificantes, como dando indicios de que sabe de qué habla: Graciela cuida a una señor mayor y -página 15- “la señora estaba cada vez peor, tenía la memoria cada vez más rota, como si fuese un rompecabezas debajo de una cascada” (¿acaso no son, los mismos Centeno, un rompecabezas debajo de una cascada?); Graciela colecciona cartas que va a encontrando –página 31- “Le gusta recoger naipes perdidos. Imaginarse que, algún día, completará el mazo con naipes encontrados en las veredas y en las calles” (lo mismo que soñamos con Los Centeno, que, algún día, se completen todas sus historias). Y por último, en la página 105, la teoría asoma como una tibia explicación del mecanismo Centeno: “Aunque a veces es bueno que lo que sucede en el cina, en la radio, en el reino animal, en la música, parezca irse por las ramas. Da tranquilidad. Es menos obsesivo, menos agobiante. Parece como si todo pudiese haber sido distinto, como si las partes más inconexas de un todo fuesen, justamente, las que hacen maleable a ese todo , plástico, móvil”.


Y lo mejor de todos los personajes es que el mundo parece sobrarles, porque están incapacitados para crecer, porque aplican toda su vida en misiones que a fines legales y burocráticos son, no sólo inútiles sino también peligrosos: un dibujo, una sexualidad, un dilema familiar, un futuro incierto. Y lo curioso –y triste- es que cuando su mundo privado se les termina, Los Centeno se vuelven útiles para el sistema. Pero no los hace menos inteligentes, pero eso no les agota la suerte porque sin que lo sepan van recorriendo caminos parecidos, o iguales, como aquel banco de escuela en el que terminan sentándose Cristian Centeno, Ernestina de Verdad, Alejandrito Centeno y Esteban Svenson; un banco ubicado en un rincón del aula, en ese rincón desde el que todo puede verse, aunque uno esté con los brazos cruzados, durmiendo, soñando con borradores gigantes.



*Escrito para Cualquiera Radio

sábado, 5 de octubre de 2013

La sonrisa de Jake Bugg

Jake Bugg le tiene miedo a los zombies  y a Jake Bugg no le interesaba la música (lo entusiasmaba el fútbol y sólo pensaba en eso) y Jake Bugg encontró su nueva pasión mirando Los Simpson y escuchando a Don McLean cantando Vincent en ese episodio (nº 307 temporada 14) y ahora es una estrella y promesa del mundo de la música. Pero Jake Bugg no sonríe. Nunca sonríe.

Jake Bugg se compró una guitarra a los 14 años y su tío le enseñó a tocar y ahora Rolling Stone dice que Jake Bugg hizo lo mismo que Adele y Amy Winehouse (traer a este tiempo sonidos del pasado y convertirlos en un éxito) y Jake Bugg estuvo número 1 el otoño -el otoño de los ingleses- pasado y no le preocupa que su público sea mayor a su edad (nació en 1994) porque “pongo un montón de chicas jóvenes en el frente y listo” cancherea Jake Bugg como pocos, pero no sonríe. Nunca sonríe.



Para Aristóteles (sí, voy a hablar de Aristóteles) el humor cómico nace de cierto engaño  y desconcierto ante lo que nos atrapa desprevenidos y no nos hace daño, pero parece que a Jake Bugg le enseñaron a ser previsor y, esto no parece –es seguro-, las cosas le hacen daño: en Broken se lo ve de espaldas en un bar viendo a una pareja cantar una tan alegre como descontextualizada canción country mientras desplegan un amor empalagoso y sobre cargado de sonrisitas <<demostrémosle-al-mundo-cuanto-nos-amamos>> (tanto así que son mirados con un desprecio absoluto por parte de la moza) en un lugar lleno de almas perdidas y viejos motoqueros con mujeres resignadas al dolor, a los golpes, y al miedo. Sube Bugg al escenario y no sonríe. Nunca sonríe. Mira a su público ausente como sintiendo en él mismo todo su dolor, los mira con esa mirada seria y ¿triste? ¿melancólica? mientras dos señores gordos de campera de cuero quieren agarrarse a trompadas y mientras toca su guitarra acústica. Una mujer con ojeras, despeinada y triste, se toma el último trago de whisky y tiene un cigarrillo en la mano, Jake Bugg está con su peinado de fracasado-top-podría-ser-el-quinto-artic-monkey mirando a la nada y toda su tristeza se hace evidente: I'll wait here, for you, for I'm broken down /I'm coming down this time for my heart lies / Far and away where they took you down. /Let them over to your house / Where I'm broken. Jake Bugg está roto.



Y que lo esté hace sospechar a todo el mundo sobre su supuesta depresión, pero por
suerte existe una usuario de YouTube llamada MarcyValentine que publica el 2 de Febrero de este año: “Everyone says jake bugg looks really depressed so I made another  (posta, ya había hecho uno antes y, esperen: lean un poco más abajo) video proving the fact that he isn't and actually does smile :D” (las no-mayúsculas en el nombre y la carita feliz corresponden al original) como copete de un video que reúne fotos de Bugg sonriendo [i]
Y como si fuera poco, en los comentarios, fuera de sí, advierte: “Well I found enough to make two amazing videos + yaaayyyy :D” ¡¿"Yaaayyyy", Marcy Valentine!?, ¿en serio?

En serio.



Pero el problema no es, en realidad, que Jake Bugg no sonría, porque “el que es gracioso y distinguido se comportará, pues, como si él fuera su propia ley. Tal es el término medio, ya se lo defina por su tacto o por su viveza de ingenio” (Aristóteles, Ética a Nicómaco, IV, 8) y si Jake Bugg no es ingenioso al menos no puede decirse que no tenga tacto: le dijeron que se anotara en Britain’s got Talent o The X Factor pero no quiso porque “nunca estuve interesado en eso. Ellos no escriben sus propias canciones, así que no había nada ahí para mi” (en realidad él, técnicamente, tampoco lo hace: las co-escribe con profesionales como Ian Archer); la BBC le dio un espacio en 2011 en el escenario de bandas nuevas de Glastonbury; llamó la atención del encargado de nuevos talentos (Jamie Nelson) de Mercury Records; Noel Gallagher fue uno de los primeros en darle una oportunidad y fue artista soporte de High Flying Birds; y ahora con 19 años es una celebridad y tiene una pareja modelo que tiene la cara de la novia de chucky (quizás, en la enumeración, lo de la cara de novia de chucky no sea tan bueno). Pero, ya se los dije, Jake Bugg no sonríe.




Según Hobbes (filósofo, teórico del absolutismo político, y la persona que menos confía en el género humano: "El hombre es para el hombre como un lobo, ¡y como una hiena!"), la risa adopta cuatro situaciones: 1) se ríen los hombres deseosos de aplauso con las cosas que hacen bien, 2) con sus propios chistes, 3) de las debilidades de los demás, y 4) de las gracias cuyo ingenio consiste en un elegante descubrir y representar en nuestras mentes algún absurdo ajeno. Y a pesar de que Bugg tuvo la oportunidad de reírse de los One Direction, no sólo la dejó pasar sino que además se vio amenazado por un muñeco de una perrita cabezona. Así como leen.

Dijo en una entrevista que los 1D eran terribles (‘La gente los llama los nuevos Beatles porque impactaron en Estados Unidos, pero eso no significa nada. Quiero decir, ellos deben saber que son terribles. Ellos deben saber… que hacerse llamar las nuevas estrellas de rock es algo ridículo, y la gente debería dejar de hacerlo. ¿Quién rayos lo dice? Estoy seguro que ellos se ríen y piden más, pero es fácil ¿o no? Cuando no tienes que escribir ninguna canción’), ellos (que entre los cinco no hacen un *Justin Bieber*) twittearon que si en serio él pensaba que decir eso lo hacía más indie: Do you think slagging of boys bands makes you more indie? y la controversia siguió por todos los medios ingleses sin la más mínima sonrisa.




Excepto por esto: el 28 de Septiembre pasado una directioner (la fuerza para-policial muy estilo SS de los One Direction –son como las beliebers pero en lugar de admirar a un solo *Bieber*, creen por ejemplo en el romance ficticio y deseado entre Harry Styles y Louis Tomlimson [como si las SS hubiesen fomentado un romance entre Hitler y Goebbels[ii]) llamada biancalovesLps subió un video a Youtube donde una perrita cabezona hace un llamado a la población mundial para pedir la discusión de un tema de importancia crucial y urgente (¿a quién le importa, llegado este punto, el conflicto en Siria?): hay que vengarse de Jake Bugg. El video no sólo dura 6:43 bizarros e insoportables minutos sino que además se desarrolla en video-llamada con otra perrita cabezona llamada Brooklyn -o algo así. (Esta es la juventud que va a gobernar el mundo: biancalovesLps y Brooklyn -o algo así)

La tan mentada venganza contra Bugg consiste en imprimir una imagen ampliada del músico dylan’s style y llevar a cabo el viejo y poco eficiente método de pegarla en un blanco y llenarla de dardos (de los siete que la cámara toma sólo le pegan 3) para luego arrugarla y mojarla en la pileta del baño donde la tinta roja del fondo de la imagen se corre y biancalovesLps dice con tono agudo y burlón: “oh, Jake Bugg is bleeding. Oh, Jake Bugg is bleeding”, hasta que la perrita blanca y cabezona con manchas marrón claro mirando a cámara concluye: “Ok, Jake Bugg está muerto, bueno, no el real, aunque yo no voy a salir a la calle a matarlo, hablarle, o twittearle porque yo no soy ese tipo de persona”. Es obvio que las directioner tienen mucho tiempo libre[iii], igual gracias por la magia biancalovesLps y gracias Brooklyn -o algo así por tu participación especial pero, saben qué: Jake Bugg en la imagen bastardeada no está sonriendo.



Edward del Bono (autor del pensamiento lateral) dice acerca del humor: "La estructura hace que la mente actúe linealmente, la única actitud espontánea del pensamiento lateral es el humor. La salida de la risa es oblicua. Te reís cuando descubrís el camino de la solución al origen… cuando te cae la ficha" y ese camino para Jake Bugg es el T in the Park 2013, frente a su público que grita, que aplaude, que llora, que canta las canciones en un rezo infinito y country. Ahí, el hombre que canta a la Bob Dylan y que le gusta todo de su apariencia, que le gustaría volver a vivir en Notthingam, el hombre que le gustan las flores amarillas y disfrazarse de Robin Hood, el hombre que habla y parece tímido e introvertido, el hombre al que nunca se le tensan los labios para dejar ver sus dientes, ahí, justo ahí y solamente ahí, el hombre luz de relámpago sonríe.






[i] Seamos sinceros, perdón MarcyValentine, tu intensión fue buena, pero hay fotos en las que casi no se le ve la boca: ¿cómo sabes que sonríe?
[ii]El autor sabe que la comparación a) es fuerte e innecesaria y b) roza el mal gusto, pero no es la primera vez que hará una comparación así a lo largo del texto.
[iii] Ahora que lo nota, el autor advierte que quizás ellas tengan casi tanto tiempo al  pedo como él, que se puso no sólo a escribir todo esto que nadie le pidió y que probablemente a nadie le interese, sino que también vió todos los videos sobre Jake Bugg y no eran los videos precisamente más populares ¿vieron la cantidad de visitas de biancalovesLps?